
Cerré mis ojos y empecé a pensar. Si yo tuviera una máquina del tiempo y tuviera la oportunidad de cambiar un pedazo de mi pasado ¿qué cambiaría? es aquí donde comienzo a hacer el retorno. Me llegan a la mente una cantidad de recuerdos que no logró entender, pues nada me coincide con la realidad.
Desde muy niña, siempre tuve el sueño de ser exitosa y ser una persona muy importante para toda la sociedad, y pues bien tenía todas las oportunidades para serlo; pero por motivos racionales mi mundo se vino abajo.
Mi familia siempre tuvo los mejores reconocimientos y más envidiada imposible, pero como todo, si no se saben aprovechar las oportunidades en el momento en que se presentan, cuando uno menos piensa todo se va al fracaso.
Efectivamente esto fue lo que ocurrió. Yo era muy niña cuando la empresa familiar comenzó su descenso, y yo no entendía ¿por qué tantas amarguras, resentimientos, fracasos?, no entendía las veces en que mi padre me decía: “hija no malgastes el dinero que poco a poco se vuelve menos”. Claro no era para menos, el futuro estaba pronosticado, íbamos a llegar a tal punto que la penuria se iba a imponer sobre todas las cosas.
Yo no estaba acostumbrada a semejantes cosas, y por eso seguía mi vida como si nada estuviera ocurriendo. Acto que aumentó el conflicto interno; no sólo por el inconformiso para conmigo sino por el hecho que la desatención y la falta de cariño para los que apenas empezábamos nuestro desarrollo cada día se volvía más notorio.
El tiempo pasó y así crecí, con el resentimiento más grande que pudo haber obtenido una persona en su desarrollo personal.
Cuando me di cuenta que esto sólo me afectaba a mí ya era demasiado tarde para pedir perdón a todas aquellas personas a las cuales ofendí y por ende me tocaba buscar otras medidas que ayudaran a remediar el daño.
Entonces me dije: “necesito hallar la manera de acercarme nuevamente a la vida de las personas que viven en mi corazón de tal forma que ya no reciba malas caras sino puras sonrisas”. Labor muy complicada para mí, pues yo siempre creí que entre más orgullo tuviéramos íbamos a ser mejores y como lo sabemos esta no es la solución. Pero esta parte de mi vida por el momento se quedaría hasta allí; más adelante sin la mayor complicación todas las cosas volverían a su lugar.
Día a día las cosas se volvían aún más complicadas, pues este no era el único problema que rodeaba mi cabeza. Al otro extremo se encontraba mi otra familia con la cual había tenido los mejores recuerdos y a la que le debía toda mi vida. Esta se componía por mis 2 hijas y un esposo ejemplar. Pero no todo era felicidad, el dolor que ataba mi corazón era más fuerte. Yo no podía aceptar que mis hijas me dijeran: “mamá quiero salir y conocer nuevos lugares o simplemente necesitamos más cosas de las que podemos tener”.
Y este se convirtió en el motivo por el cual yo tomaría una decisión radical.
Me propuse a sacar adelante mi familia con las mejores condiciones deseadas por cualquier otra persona. Pero para esto necesitaba sacar todas aquellas experiencias obtenidas en mi infancia y ponerlas en práctica de forma coherente y detallada, asesorada claramente de alguna persona que tuviera experiencia en lo que yo quería desempeñar. Y quién más que mi familia para el cargo.
Después de 6 años, me fui a la antigua casa de mis padres. Allá pregunté por el y me respondieron que hacia mucho tiempo que estos no vivían allí y que no sabían a donde se habían dirigido. En mi desesperación lo único que se me ocurrió fue ir donde un viejo tío que yo sabia que jamás se mudaría de su lugar y que no me negaría su colaboración. Efectivamente así lo encontré.
Estando en su casa, comenzó la charla. Mi tío me explicó que para ser exitoso no se necesitaba solamente el dinero sino el espíritu emprendedor que llevaba cada persona dentro y que era el éxito del negocio. Él sabía que a pesar de todo yo siempre fui una persona muy inteligente que constantemente me gustaba aprender y por ende no me iba a ser difícil ejercitarme para crear mi propio negocio.
Mi tío me propuso volver a la antigua fábrica familiar que había fracasado y que de ahí sacara el mayor provecho posible que aún se encontraba por descubrir. Pues él sabía que no era un secreto que a pesar de que yo tuviera un sueño no tenía los recursos necesarios para cumplirlo, y por lo tanto la única opción que tenía era aceptar la amable oferta de mi tío.
Me entregó un montón de papeles, para leer y entender todo el proceso por el cual había pasado la empresa. Y así lo hice.
Cuando ya me sentía listo volví donde él y le pedí que finalmente me enseñara mi futuro, pues tenía los mejores deseos y objetivos para implementar en la empresa.
Sin duda y muy animado mi tío me llevó. Cuando entré, me encontré con la gran sorpresa que la empresa estaba puesta a mi nombre y que el personal tenía todas las esperanzas puestas en mí (acto que aumentó mi entusiasmo por mejorar). Francamente me sentía a gusto con ellos porque sabía que no los iba a defraudar.
Meses después llevé la mejor tecnología e innovación jamás antes vista en ninguna otra empresa. Y esto junto con los aportes de mi grupo laboral hizo que lográramos finalmente obtener lo que queríamos; nos volvimos una de las empresas más reconocidas a nivel nacional y la que próximamente iba a tener un lugar en el extranjero.
Pero en la realidad sólo era darse cuenta de que no todo era un final feliz, pues hoy a mis 72 años de edad me hubiese gustado que mis padres a los que nunca más volví a ver, hubiesen presenciado y vivido junto conmigo todos esos logros que obtuve en el pasado y los cuales todavía no han concluido, pues a pesar de mi edad sigo asesorando con gran motivación los nuevos objetivos que han planteado mis nietos para continuar con el crecimiento de la empresa y los que sin duda continuarían con el éxito.
Desde muy niña, siempre tuve el sueño de ser exitosa y ser una persona muy importante para toda la sociedad, y pues bien tenía todas las oportunidades para serlo; pero por motivos racionales mi mundo se vino abajo.
Mi familia siempre tuvo los mejores reconocimientos y más envidiada imposible, pero como todo, si no se saben aprovechar las oportunidades en el momento en que se presentan, cuando uno menos piensa todo se va al fracaso.
Efectivamente esto fue lo que ocurrió. Yo era muy niña cuando la empresa familiar comenzó su descenso, y yo no entendía ¿por qué tantas amarguras, resentimientos, fracasos?, no entendía las veces en que mi padre me decía: “hija no malgastes el dinero que poco a poco se vuelve menos”. Claro no era para menos, el futuro estaba pronosticado, íbamos a llegar a tal punto que la penuria se iba a imponer sobre todas las cosas.
Yo no estaba acostumbrada a semejantes cosas, y por eso seguía mi vida como si nada estuviera ocurriendo. Acto que aumentó el conflicto interno; no sólo por el inconformiso para conmigo sino por el hecho que la desatención y la falta de cariño para los que apenas empezábamos nuestro desarrollo cada día se volvía más notorio.
El tiempo pasó y así crecí, con el resentimiento más grande que pudo haber obtenido una persona en su desarrollo personal.
Cuando me di cuenta que esto sólo me afectaba a mí ya era demasiado tarde para pedir perdón a todas aquellas personas a las cuales ofendí y por ende me tocaba buscar otras medidas que ayudaran a remediar el daño.
Entonces me dije: “necesito hallar la manera de acercarme nuevamente a la vida de las personas que viven en mi corazón de tal forma que ya no reciba malas caras sino puras sonrisas”. Labor muy complicada para mí, pues yo siempre creí que entre más orgullo tuviéramos íbamos a ser mejores y como lo sabemos esta no es la solución. Pero esta parte de mi vida por el momento se quedaría hasta allí; más adelante sin la mayor complicación todas las cosas volverían a su lugar.
Día a día las cosas se volvían aún más complicadas, pues este no era el único problema que rodeaba mi cabeza. Al otro extremo se encontraba mi otra familia con la cual había tenido los mejores recuerdos y a la que le debía toda mi vida. Esta se componía por mis 2 hijas y un esposo ejemplar. Pero no todo era felicidad, el dolor que ataba mi corazón era más fuerte. Yo no podía aceptar que mis hijas me dijeran: “mamá quiero salir y conocer nuevos lugares o simplemente necesitamos más cosas de las que podemos tener”.
Y este se convirtió en el motivo por el cual yo tomaría una decisión radical.
Me propuse a sacar adelante mi familia con las mejores condiciones deseadas por cualquier otra persona. Pero para esto necesitaba sacar todas aquellas experiencias obtenidas en mi infancia y ponerlas en práctica de forma coherente y detallada, asesorada claramente de alguna persona que tuviera experiencia en lo que yo quería desempeñar. Y quién más que mi familia para el cargo.
Después de 6 años, me fui a la antigua casa de mis padres. Allá pregunté por el y me respondieron que hacia mucho tiempo que estos no vivían allí y que no sabían a donde se habían dirigido. En mi desesperación lo único que se me ocurrió fue ir donde un viejo tío que yo sabia que jamás se mudaría de su lugar y que no me negaría su colaboración. Efectivamente así lo encontré.
Estando en su casa, comenzó la charla. Mi tío me explicó que para ser exitoso no se necesitaba solamente el dinero sino el espíritu emprendedor que llevaba cada persona dentro y que era el éxito del negocio. Él sabía que a pesar de todo yo siempre fui una persona muy inteligente que constantemente me gustaba aprender y por ende no me iba a ser difícil ejercitarme para crear mi propio negocio.
Mi tío me propuso volver a la antigua fábrica familiar que había fracasado y que de ahí sacara el mayor provecho posible que aún se encontraba por descubrir. Pues él sabía que no era un secreto que a pesar de que yo tuviera un sueño no tenía los recursos necesarios para cumplirlo, y por lo tanto la única opción que tenía era aceptar la amable oferta de mi tío.
Me entregó un montón de papeles, para leer y entender todo el proceso por el cual había pasado la empresa. Y así lo hice.
Cuando ya me sentía listo volví donde él y le pedí que finalmente me enseñara mi futuro, pues tenía los mejores deseos y objetivos para implementar en la empresa.
Sin duda y muy animado mi tío me llevó. Cuando entré, me encontré con la gran sorpresa que la empresa estaba puesta a mi nombre y que el personal tenía todas las esperanzas puestas en mí (acto que aumentó mi entusiasmo por mejorar). Francamente me sentía a gusto con ellos porque sabía que no los iba a defraudar.
Meses después llevé la mejor tecnología e innovación jamás antes vista en ninguna otra empresa. Y esto junto con los aportes de mi grupo laboral hizo que lográramos finalmente obtener lo que queríamos; nos volvimos una de las empresas más reconocidas a nivel nacional y la que próximamente iba a tener un lugar en el extranjero.
Pero en la realidad sólo era darse cuenta de que no todo era un final feliz, pues hoy a mis 72 años de edad me hubiese gustado que mis padres a los que nunca más volví a ver, hubiesen presenciado y vivido junto conmigo todos esos logros que obtuve en el pasado y los cuales todavía no han concluido, pues a pesar de mi edad sigo asesorando con gran motivación los nuevos objetivos que han planteado mis nietos para continuar con el crecimiento de la empresa y los que sin duda continuarían con el éxito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario